
*Aveces, la gente muy transmundana...*
El Camionero Bíblico
Era un día soleado. Estaba parado cerca del desolado desierto, haciendo autostop sin mucho logro. Me recomendaron un lugar mejor y fui con todo mi pesado equipaje hacia allá.
Crucé la carretera y me paré al lado de ella levantando mi dedo gordo señalando la pista. Después de veinte minutos de no lograr mi anhelado deseo, fui a un kiosco y pregunte a la señora que atendía si me podía convidar un poquito de pebre para echarle a mi marraqueta. Tenia mucha hambre y las tripas me sonaban. La señora que atendía el local, me miró raro y me dijo, perturbada, que tenia que comprar algo ahí primero. Pregunté por lo mas económico de su menú y no me alcanzaba el dinero, tenia solo seiscientos pesos en mis bolsillos raídos y me quedaba mucho camino que recorrer, unos mil quinientos kilómetros. Me alejé molesto del lugar y reclamando enojado por la mala actitud de la señora. Pateé al piso, el polvo se levantó y me hizo toser. Caminé al lugar donde estaba parado antes y seguí con mi misión. Seria un largo día, pensé
Pasaron los segundos, los minutos y formaron una hora y seguía ahí, en el mismo lugar, estancado, sufriendo por los violentos rayos solares que derretían mi cuerpo. Vi un camión acercarse y frenar para un control rutinario hecho por la policía. Corrí hacia la cabina, me paré enfrente de la ventana del conductor.
-Hola jefe, disculpe, ¿usted va al sur?
-No mijo, voy un poco mas allá- dijo comprensivamente.
Lo miré, defraudado y me devolví al lugar donde estaba, me coloqué en la sombra y apoye mi equipaje en la vereda de tierra. Ví a un hombre alto, con pelo corto y un poco de calvicie en la parte delantera. Llevaba una camisa de cuadros azules con blanco y un pantalón de tela y sandalias. Tendría unos 48 años. Me acerqué a él y le pregunte para donde iba. Me contestó que se dirigía a Santiago, a la Reina, a ver a su familia, quería saber si estaban bien. Estaba preocupado por el terremoto recién pasado. Alcanzó 8.8 grados de magnitud en la escala de Richter y el epicentro fue solo a unos 300 km de la capital donde se encontraba su familia y la mía. Varios edificios y carreteras se desplomaron al igual que las vidas de las personas que seguían existiendo con el recuerdo de sus seres queridos recién fallecidos. Me comentó que le costo comunicarse con su familia, estaban las líneas telefónicas congestionadas pero que afortunadamente estaban todos bien. Luego, cambiando un poco el tema, le comenté que estaba un tanto enojado por el trato de la señora del kiosco monopolio y me dijo que me tenía que relajar, que no sacaba nada enfadándome. Era el sabio caminante incomprendido y lo peor de todo es que solo yo lo sabía
-Flaco, no te amargues por tonteras. Yo ahora ando tranquilo y para hacer deo, te aconsejo lo mismo. Es pura suerte, a veces te paran a los cinco minutos como otras veces puedes estar todo un día parado. Yo una vez estuve un día y medio tratando de irme, pero finalmente igual te llevan- Decía con voz relajada, pronunciando lentamente cada palabra como si comprendiera el tiempo y su curso natural, perfectamente.
Tenía toda la razón, no sacaba nada amargándome. La vida me había puesto en esa situación y tenía que afrontarla de la mejor manera. Paró otro camión y fui corriendo a preguntarle si me llevaba.
-Señor- dije, agitado, mientras bajaba su ventana- ¿se dirige usted hacia el sur?
Bajó del camión y me dio la espalda mientras caminaba hacia el control de carretera
-No, si voy hacia el norte- recalco con ironía.
-¿Me puede llevar un poquito mas al sur, por favor?-suplicaba, juntando las manos dirigiendo mis dedos al cielo.
-No, si no me haga tanto gesto. Yo no puedo llevar, mi empresa no me deja.
-Por favor, un poquito más allá, usted ve donde me deja. Ando solo.
Me miró a los ojos con la mirada entornada
-Ya bueno, pero coloca tu equipaje atrás, en el container.
-Ya, genial!!!- salte de alegría, deje mi equipaje donde indico, caminé donde mi colega, le desee el mejor de los éxitos y le dije convencidamente que el también partiría pronto. Caminé a la cabina, subí los empinados peldaños y me senté en el confortable asiento.
Puso en marcha el camión y nos fuimos alejando poco a poco, cuando pasamos el control policial, alcé las manos y festejé. Habíamos avanzado unos diez kilómetros y ninguno de nosotros decía palabra alguna. Afuera el solitario y sabio desierto, modelaba eternamente.
-Te hiciste el control con la policía
-No.
Miró hacia arriba arrepentido de haberme llevado.
-Pero no es necesario, estoy limpio.
Me miró desconfiado.
Silencio.
-¿y tu… que haces?
-estudio psicología.
-psicólogo, chucha- dijo en voz baja.
Iba con sus brazos fornidos sosteniendo el volante redondo. Pasábamos por la mano del desierto.
-¡Mira! ahí esta la mano del desierto.
-Me la imaginaba mas grande.
-Si, no es gran cosa- respondió
Silencio.
Al frente lo único que se veía era la carretera. Tenia solo dos pistas. Una hacia el norte y la otra para el Sur. Nosotros íbamos rumbo al Sur. Sobre ella se formaban espejismos. Me Imagine litros y litros de agua sobre la pista y me dio sed. Deseaba con toda mi alma que esos espejismos fueran reales. Vi al lado del pasa cambios una botella de agua y pregunté si podía beber un poco de ella. Le molestó un poco la pregunta y luego de un breve rato de pensar la respuesta, cogío una botella vacía y me dijo que le echara un poco ahí por que era asquiento. El ambiente dentro de la cabina estaba un poco denso. El tipo era insoportable y era capaz en cualquier momento de frenar su súper camión, bajarme junto a mi equipaje y dejarme en medio del desierto alrededor de cuervos que esperarían ansiosos mi defunción.
El conductor mantenía su velocidad en 120 km por hora. Cuando había un auto en frente, que le impedía su velocidad constante, cambiaba de pista, lo adelantaba y volvía al mismo carril y así sucesivamente. Al ir adelantando autos, mi corazón palpitaba fuerte. Una mala maniobra y nos íbamos a la mierda.
-¿Usted hasta donde llega?
-Hasta Santiago. Pero yo solo lo puedo llevar un poco mas allá, hasta Chañaral como máximo, que esta a unos cien kilómetros d…
Interrumpí
-si se a cuanto queda.
-Bueno, lo dejo hasta ahí por que así fue como lo acordamos.
-Esta bien, gracias- dije, desesperanzado de llegar pronto a casa.
Con una mano prendió la radio con la otra sostenía el volante. Colocó las noticias del terremoto.
-La cuenta va en tres mil personas muertas- dijo.
-terrible- sentí un escalofrío envolver todo mi cuerpo- usted, digo, su familia ¿como esta?
-Gracias al señor se encuentran todos bien.
-que bueno, me alegro.
Me miró desde sus lentes ópticos, no dijo nada y volvió su vista al frente. El hombre tenía 44 años pero se veía mas viejo. Había un letrero que decía zona de peligro y señalaba la distancia que faltaba para llegar a el. Me sentí un poco somnoliento y me apoye en la ventana. Me desperté y me arrepentí de estar en ese estado. La experiencia me ha enseñado que es fatal quedarse dormido cuando a uno lo llevan a deo.
Traté de mantenerme despierto y abrí forzadamente los ojos al máximo. Miré hacia fuera. Un letrero en medio de la nada, decía: “Chañaral…20 km.”
-Esta es la música que me gusta a mí- cogió un disco que estaba encima del tablero y lo colocó en el porta CD.
Sonaba una música esperanzadora, parecida a las canciones románticas que escuchaba mi madre pero no tan nostálgica.
-¿Conoces esta música?
-Música romántica, ¿cierto?
-Parece que andas drogado o algo por el estilo
“Peligro a 300 metros”
- ¿Usted es muy creyente?
- ¿A que te refieres con: muy?
- Nada ¿si es que usted cree en cristo?
Desde la radio sonaban canciones que repetían la palabra cristo y pecado, salvación también, mucha salvación.
-¿Y cree en la destrucción del mundo, el año 2012?
-No mucho ¿y tu?-
- Si, ósea no en la destrucción total, pero si en un cambio vibracional. El ser humano se esta aniquilando así mismo, las guerras mundiales son un claro ejemplo de eso.-dije presumiendo y mencionando una vez mas el típico y único ejemplo que se me de la teoría critica de la escuela de Frankfurt.
-Eso sucede por que el hombre pecó en el jardín del edén. Se convirtió en pecador y solo hay una forma de desligarse de ello…- aumento el volumen de su voz.
El tipo de un momento a otro cambio su conducta, en su mirada había algo aterrador. Los pelos de su brazo de camionero, erizaron. Continúo.
-Cristo es el único que puede traernos la salvación.
Estábamos llegando a Chañaral, quedaban unos pocos kilómetros.
-El hombre pecó en el jardín del edén- enunciaba en voz alta- tienes que aceptar a cristo en tu corazón para salvarte. El día del juicio final, si es que tienes a cristo en tu corazón podrás cambiarte a un cuerpo puro. De lo contrario, el diablo se llevara tu alma al infierno- decía cada vez mas fuerte.
Disminuyó la velocidad. Se estacionó en un lugar vacío al frente de la playa. Estaba atardeciendo, el crepúsculo iluminaba de color anaranjado el mar.
-¿Qué sucede?- pregunté asustado
Sacó una Biblia. La abrió.
-Mira ¡mira¡ aquí dice clarito la palabra del señor.
Me pasó el texto sagrado.
-lee aquí, lee!!
En la parte superior de la página, a un costado, salía, Apocalipsis.
Leí los números que me señalo, eran del 8 al 12 o algo así, cuando acababa una frase el tipo comenzaba a interpretarlas. La situación era extraña y el comportamiento del antes, sereno conductor, también. Me hizo leer una y otra vez el texto.
Pasaron veinte minutos
-¿Vas a aceptar a cristo en tu corazón?- preguntaba exaltado
Afuera pasaba un bus que iba a rumbo a “El salvador”. Los mensajes siempre dicen algo.
-¿Vas a aceptar a cristo en tu corazón?-Insistía
El sol se escondió completamente en el mar y se dio paso a la entrada de la noche, en el cielo oscuro colgaban algunas estrellas.
- Acepta a cristo en tu corazón y encontraras la salvación eterna- gritaba, descontrolado, me tomaba de un brazo y lo sacudía.
Metió las manos en su bolsillo, sacó una navaja. Colocó un brazo arriba del manubrio y procedió a cortarse. La sangre salía desde una pequeña línea roja hasta empezar a chorrear por el brazo.
- ¡¡¡Cristo, te doy mi sangre. He sido un gran pecador toda mi vida. Si es que me das alguna señal también donare la sangre de mi pasajero temporal!!!
Busqué el pestillo, estaba trabado. Solo él me podía abrir la puerta.
-Dios padre, Dios hijo, Dios espíritu santo, estoy a vuestra merced.-Aclamaba hacia arriba con los ojos en blanco, en posición de alabanza- Acepta a cristo en tu corazón, solo a si podrás librarte del pecado que cometió el hombre, engañado por el diablo, en el jardín del edén.
No veía salida alguna.
-Esta bien, esta bien, aceptare a Jesús en mi corazón- decía con la voz temblando- Cristo ven a mí, te doy mi cuerpo- Gritaba.
-Así NO!!!... Tienes que decirlo desde el fondo de tu corazón.
Trate de decirlo nuevamente, esta vez con más animo.
-Cristo, cristo, ven a mi. Mi corazón es una puerta abierta para que entres y me salves del pecado.
Afuera, cada vez pasaban menos autos.
-NO!!!. Imbecil- me abofeteo la cara. Clash- Asi no se dice!!!
Me toqué y tenia la mejilla hinchada y con sangre. Ardía.
-Me quiero bajar ahora mismo. Por favor no me haga daño- supliqué.
El tipo tenía los ojos desorbitados, giraban como remolinos en llamas.
-Por favor- supliqué nuevamente- déjeme ir!!!.
-Imposible. Eres un parasito. Dios me mandaría al infierno si sales de aquí con vida- decía mientras miraba sus piernas y se las frotaba desesperado.
Vi el cuchillo cerca mío. Acerqué mi brazo sigilosamente adonde estaba posado. Arrastré despacio mi mano por el piso de terciopelo. Lo agarré y guarde debajo del brazo sin que me viera.
- Sácate la ropa, mierda- me dijo, furioso, mirando a los ojos.
Se lanzó encima mío y tiró de mi polera para sacarla.
Agarré el cuchillo y se lo clave en la mano. Se echó para atrás, la sangre salía disparada y manchaba de rojo el parabrisas. Pasé por encima del desquiciado conductor. Me miró con los ojos ardiendo y tapándose con una mano el tajo. Le pegué un combo en la cara con toda mi fuerza. Sentí sus dientes quebrarse. Abrí el pestillo, encima de él y me lancé para afuera. Caí al piso, me pegué en la cabeza con el impacto. Miré alrededor y todo me daba vueltas. Vomité. Corrí al borde de la autopista, hice parar un auto con urgencia. Este frenó de inmediato. El maréo y el dolor me atontaban.
-¿Que sucede, hombre? ¿Estas bien? ¿Estas todo sangrado?
-Sácame de acá por favor, ese demonio quiere matarme.- Señalé al camión, sobresaltado.
El camión se ponía en marcha y se alejaba por la autopista.
Me agarró del brazo ayudándome como a un soldado herido por la guerra y me metió en el auto, en la parte de atrás. En el asiento del copiloto estaba el sabio caminante incomprendido durmiendo placidamente. Puso las llaves en la chapa. Prendió el motor y nos alejamos por la autopista rumbo al sur. Cuando estábamos a punto de llegar a la ciudad, pasamos por un bar, entré al baño a lavarme la cara y en el reflejo del espejo vi al desquiciado conductor detrás de mí con un hacha, me di vuelta y no había nadie. Lavé mi cara, me refregué los ojos, salí y me senté en la mesa con mis grandes nuevos amigos.
Crucé la carretera y me paré al lado de ella levantando mi dedo gordo señalando la pista. Después de veinte minutos de no lograr mi anhelado deseo, fui a un kiosco y pregunte a la señora que atendía si me podía convidar un poquito de pebre para echarle a mi marraqueta. Tenia mucha hambre y las tripas me sonaban. La señora que atendía el local, me miró raro y me dijo, perturbada, que tenia que comprar algo ahí primero. Pregunté por lo mas económico de su menú y no me alcanzaba el dinero, tenia solo seiscientos pesos en mis bolsillos raídos y me quedaba mucho camino que recorrer, unos mil quinientos kilómetros. Me alejé molesto del lugar y reclamando enojado por la mala actitud de la señora. Pateé al piso, el polvo se levantó y me hizo toser. Caminé al lugar donde estaba parado antes y seguí con mi misión. Seria un largo día, pensé
Pasaron los segundos, los minutos y formaron una hora y seguía ahí, en el mismo lugar, estancado, sufriendo por los violentos rayos solares que derretían mi cuerpo. Vi un camión acercarse y frenar para un control rutinario hecho por la policía. Corrí hacia la cabina, me paré enfrente de la ventana del conductor.
-Hola jefe, disculpe, ¿usted va al sur?
-No mijo, voy un poco mas allá- dijo comprensivamente.
Lo miré, defraudado y me devolví al lugar donde estaba, me coloqué en la sombra y apoye mi equipaje en la vereda de tierra. Ví a un hombre alto, con pelo corto y un poco de calvicie en la parte delantera. Llevaba una camisa de cuadros azules con blanco y un pantalón de tela y sandalias. Tendría unos 48 años. Me acerqué a él y le pregunte para donde iba. Me contestó que se dirigía a Santiago, a la Reina, a ver a su familia, quería saber si estaban bien. Estaba preocupado por el terremoto recién pasado. Alcanzó 8.8 grados de magnitud en la escala de Richter y el epicentro fue solo a unos 300 km de la capital donde se encontraba su familia y la mía. Varios edificios y carreteras se desplomaron al igual que las vidas de las personas que seguían existiendo con el recuerdo de sus seres queridos recién fallecidos. Me comentó que le costo comunicarse con su familia, estaban las líneas telefónicas congestionadas pero que afortunadamente estaban todos bien. Luego, cambiando un poco el tema, le comenté que estaba un tanto enojado por el trato de la señora del kiosco monopolio y me dijo que me tenía que relajar, que no sacaba nada enfadándome. Era el sabio caminante incomprendido y lo peor de todo es que solo yo lo sabía
-Flaco, no te amargues por tonteras. Yo ahora ando tranquilo y para hacer deo, te aconsejo lo mismo. Es pura suerte, a veces te paran a los cinco minutos como otras veces puedes estar todo un día parado. Yo una vez estuve un día y medio tratando de irme, pero finalmente igual te llevan- Decía con voz relajada, pronunciando lentamente cada palabra como si comprendiera el tiempo y su curso natural, perfectamente.
Tenía toda la razón, no sacaba nada amargándome. La vida me había puesto en esa situación y tenía que afrontarla de la mejor manera. Paró otro camión y fui corriendo a preguntarle si me llevaba.
-Señor- dije, agitado, mientras bajaba su ventana- ¿se dirige usted hacia el sur?
Bajó del camión y me dio la espalda mientras caminaba hacia el control de carretera
-No, si voy hacia el norte- recalco con ironía.
-¿Me puede llevar un poquito mas al sur, por favor?-suplicaba, juntando las manos dirigiendo mis dedos al cielo.
-No, si no me haga tanto gesto. Yo no puedo llevar, mi empresa no me deja.
-Por favor, un poquito más allá, usted ve donde me deja. Ando solo.
Me miró a los ojos con la mirada entornada
-Ya bueno, pero coloca tu equipaje atrás, en el container.
-Ya, genial!!!- salte de alegría, deje mi equipaje donde indico, caminé donde mi colega, le desee el mejor de los éxitos y le dije convencidamente que el también partiría pronto. Caminé a la cabina, subí los empinados peldaños y me senté en el confortable asiento.
Puso en marcha el camión y nos fuimos alejando poco a poco, cuando pasamos el control policial, alcé las manos y festejé. Habíamos avanzado unos diez kilómetros y ninguno de nosotros decía palabra alguna. Afuera el solitario y sabio desierto, modelaba eternamente.
-Te hiciste el control con la policía
-No.
Miró hacia arriba arrepentido de haberme llevado.
-Pero no es necesario, estoy limpio.
Me miró desconfiado.
Silencio.
-¿y tu… que haces?
-estudio psicología.
-psicólogo, chucha- dijo en voz baja.
Iba con sus brazos fornidos sosteniendo el volante redondo. Pasábamos por la mano del desierto.
-¡Mira! ahí esta la mano del desierto.
-Me la imaginaba mas grande.
-Si, no es gran cosa- respondió
Silencio.
Al frente lo único que se veía era la carretera. Tenia solo dos pistas. Una hacia el norte y la otra para el Sur. Nosotros íbamos rumbo al Sur. Sobre ella se formaban espejismos. Me Imagine litros y litros de agua sobre la pista y me dio sed. Deseaba con toda mi alma que esos espejismos fueran reales. Vi al lado del pasa cambios una botella de agua y pregunté si podía beber un poco de ella. Le molestó un poco la pregunta y luego de un breve rato de pensar la respuesta, cogío una botella vacía y me dijo que le echara un poco ahí por que era asquiento. El ambiente dentro de la cabina estaba un poco denso. El tipo era insoportable y era capaz en cualquier momento de frenar su súper camión, bajarme junto a mi equipaje y dejarme en medio del desierto alrededor de cuervos que esperarían ansiosos mi defunción.
El conductor mantenía su velocidad en 120 km por hora. Cuando había un auto en frente, que le impedía su velocidad constante, cambiaba de pista, lo adelantaba y volvía al mismo carril y así sucesivamente. Al ir adelantando autos, mi corazón palpitaba fuerte. Una mala maniobra y nos íbamos a la mierda.
-¿Usted hasta donde llega?
-Hasta Santiago. Pero yo solo lo puedo llevar un poco mas allá, hasta Chañaral como máximo, que esta a unos cien kilómetros d…
Interrumpí
-si se a cuanto queda.
-Bueno, lo dejo hasta ahí por que así fue como lo acordamos.
-Esta bien, gracias- dije, desesperanzado de llegar pronto a casa.
Con una mano prendió la radio con la otra sostenía el volante. Colocó las noticias del terremoto.
-La cuenta va en tres mil personas muertas- dijo.
-terrible- sentí un escalofrío envolver todo mi cuerpo- usted, digo, su familia ¿como esta?
-Gracias al señor se encuentran todos bien.
-que bueno, me alegro.
Me miró desde sus lentes ópticos, no dijo nada y volvió su vista al frente. El hombre tenía 44 años pero se veía mas viejo. Había un letrero que decía zona de peligro y señalaba la distancia que faltaba para llegar a el. Me sentí un poco somnoliento y me apoye en la ventana. Me desperté y me arrepentí de estar en ese estado. La experiencia me ha enseñado que es fatal quedarse dormido cuando a uno lo llevan a deo.
Traté de mantenerme despierto y abrí forzadamente los ojos al máximo. Miré hacia fuera. Un letrero en medio de la nada, decía: “Chañaral…20 km.”
-Esta es la música que me gusta a mí- cogió un disco que estaba encima del tablero y lo colocó en el porta CD.
Sonaba una música esperanzadora, parecida a las canciones románticas que escuchaba mi madre pero no tan nostálgica.
-¿Conoces esta música?
-Música romántica, ¿cierto?
-Parece que andas drogado o algo por el estilo
“Peligro a 300 metros”
- ¿Usted es muy creyente?
- ¿A que te refieres con: muy?
- Nada ¿si es que usted cree en cristo?
Desde la radio sonaban canciones que repetían la palabra cristo y pecado, salvación también, mucha salvación.
-¿Y cree en la destrucción del mundo, el año 2012?
-No mucho ¿y tu?-
- Si, ósea no en la destrucción total, pero si en un cambio vibracional. El ser humano se esta aniquilando así mismo, las guerras mundiales son un claro ejemplo de eso.-dije presumiendo y mencionando una vez mas el típico y único ejemplo que se me de la teoría critica de la escuela de Frankfurt.
-Eso sucede por que el hombre pecó en el jardín del edén. Se convirtió en pecador y solo hay una forma de desligarse de ello…- aumento el volumen de su voz.
El tipo de un momento a otro cambio su conducta, en su mirada había algo aterrador. Los pelos de su brazo de camionero, erizaron. Continúo.
-Cristo es el único que puede traernos la salvación.
Estábamos llegando a Chañaral, quedaban unos pocos kilómetros.
-El hombre pecó en el jardín del edén- enunciaba en voz alta- tienes que aceptar a cristo en tu corazón para salvarte. El día del juicio final, si es que tienes a cristo en tu corazón podrás cambiarte a un cuerpo puro. De lo contrario, el diablo se llevara tu alma al infierno- decía cada vez mas fuerte.
Disminuyó la velocidad. Se estacionó en un lugar vacío al frente de la playa. Estaba atardeciendo, el crepúsculo iluminaba de color anaranjado el mar.
-¿Qué sucede?- pregunté asustado
Sacó una Biblia. La abrió.
-Mira ¡mira¡ aquí dice clarito la palabra del señor.
Me pasó el texto sagrado.
-lee aquí, lee!!
En la parte superior de la página, a un costado, salía, Apocalipsis.
Leí los números que me señalo, eran del 8 al 12 o algo así, cuando acababa una frase el tipo comenzaba a interpretarlas. La situación era extraña y el comportamiento del antes, sereno conductor, también. Me hizo leer una y otra vez el texto.
Pasaron veinte minutos
-¿Vas a aceptar a cristo en tu corazón?- preguntaba exaltado
Afuera pasaba un bus que iba a rumbo a “El salvador”. Los mensajes siempre dicen algo.
-¿Vas a aceptar a cristo en tu corazón?-Insistía
El sol se escondió completamente en el mar y se dio paso a la entrada de la noche, en el cielo oscuro colgaban algunas estrellas.
- Acepta a cristo en tu corazón y encontraras la salvación eterna- gritaba, descontrolado, me tomaba de un brazo y lo sacudía.
Metió las manos en su bolsillo, sacó una navaja. Colocó un brazo arriba del manubrio y procedió a cortarse. La sangre salía desde una pequeña línea roja hasta empezar a chorrear por el brazo.
- ¡¡¡Cristo, te doy mi sangre. He sido un gran pecador toda mi vida. Si es que me das alguna señal también donare la sangre de mi pasajero temporal!!!
Busqué el pestillo, estaba trabado. Solo él me podía abrir la puerta.
-Dios padre, Dios hijo, Dios espíritu santo, estoy a vuestra merced.-Aclamaba hacia arriba con los ojos en blanco, en posición de alabanza- Acepta a cristo en tu corazón, solo a si podrás librarte del pecado que cometió el hombre, engañado por el diablo, en el jardín del edén.
No veía salida alguna.
-Esta bien, esta bien, aceptare a Jesús en mi corazón- decía con la voz temblando- Cristo ven a mí, te doy mi cuerpo- Gritaba.
-Así NO!!!... Tienes que decirlo desde el fondo de tu corazón.
Trate de decirlo nuevamente, esta vez con más animo.
-Cristo, cristo, ven a mi. Mi corazón es una puerta abierta para que entres y me salves del pecado.
Afuera, cada vez pasaban menos autos.
-NO!!!. Imbecil- me abofeteo la cara. Clash- Asi no se dice!!!
Me toqué y tenia la mejilla hinchada y con sangre. Ardía.
-Me quiero bajar ahora mismo. Por favor no me haga daño- supliqué.
El tipo tenía los ojos desorbitados, giraban como remolinos en llamas.
-Por favor- supliqué nuevamente- déjeme ir!!!.
-Imposible. Eres un parasito. Dios me mandaría al infierno si sales de aquí con vida- decía mientras miraba sus piernas y se las frotaba desesperado.
Vi el cuchillo cerca mío. Acerqué mi brazo sigilosamente adonde estaba posado. Arrastré despacio mi mano por el piso de terciopelo. Lo agarré y guarde debajo del brazo sin que me viera.
- Sácate la ropa, mierda- me dijo, furioso, mirando a los ojos.
Se lanzó encima mío y tiró de mi polera para sacarla.
Agarré el cuchillo y se lo clave en la mano. Se echó para atrás, la sangre salía disparada y manchaba de rojo el parabrisas. Pasé por encima del desquiciado conductor. Me miró con los ojos ardiendo y tapándose con una mano el tajo. Le pegué un combo en la cara con toda mi fuerza. Sentí sus dientes quebrarse. Abrí el pestillo, encima de él y me lancé para afuera. Caí al piso, me pegué en la cabeza con el impacto. Miré alrededor y todo me daba vueltas. Vomité. Corrí al borde de la autopista, hice parar un auto con urgencia. Este frenó de inmediato. El maréo y el dolor me atontaban.
-¿Que sucede, hombre? ¿Estas bien? ¿Estas todo sangrado?
-Sácame de acá por favor, ese demonio quiere matarme.- Señalé al camión, sobresaltado.
El camión se ponía en marcha y se alejaba por la autopista.
Me agarró del brazo ayudándome como a un soldado herido por la guerra y me metió en el auto, en la parte de atrás. En el asiento del copiloto estaba el sabio caminante incomprendido durmiendo placidamente. Puso las llaves en la chapa. Prendió el motor y nos alejamos por la autopista rumbo al sur. Cuando estábamos a punto de llegar a la ciudad, pasamos por un bar, entré al baño a lavarme la cara y en el reflejo del espejo vi al desquiciado conductor detrás de mí con un hacha, me di vuelta y no había nadie. Lavé mi cara, me refregué los ojos, salí y me senté en la mesa con mis grandes nuevos amigos.
Pedimos una ronda de cervezas, luego otra y otra y me emborraché como diablo.
Estimado felipaqui!
ResponderEliminarme rekage de la risa q quiere q le diga jajaJAjajajajaja
la parte del camion estuvo muy buena, aunque un poco exagerado el estimado don camionero.
se safo muy bien de ese acontecimiento y creo que esta historia a alguien le pudo haber pasado en verdad, quien sabe?.
y tambien refleja que mochiliear es toda una aventura, puede ser el inicio o el fin de una vida :).
su fiel seguidor...
gomez
feli:
ResponderEliminarmuy buena la historia...creo que la parte donde los cuervos te esperaban,no habia mucho que comer jajaja. que bueno que te despediste de tu colega. el camionero nose de que parte estaba si de dios o de satan pero claramente rosaste la muerte!!! que bueno tenerte a salvo y la mejor forma de terminar la historia era emborrachandose jaaja alarcon
wena feli, ta muy bueno el cuento, la cagí que hay un trabajo de fondo y una mas de 2 o 3 vueltas por párrafo, ahora, es suuuuper denso y es difícil de leer y entender, por lo que hay que darle también uno que otra vuelta a la hora de leerlo, como te comenté, es bueno como el protagonista va creciendo a lo largo del cuento, se ve una evolución mental de él, lo que le agrega dinamismo a la historia.
ResponderEliminarte felicito man, es un buen cuento. un abrazo y espero te sirva mi opinión =)